La gente. Primero, la gente.
Por:
Juan Esteban Rivera Salazar
Líder de scale ups y corporates de la Cámara ADF



Más de 36 años de experiencia. Ocho países. Múltiples cargos gerenciales. Incontables responsabilidades. Y aún así, el mismo espíritu.
Desde la Cámara de Emprendimiento y Aceleración – ANDI del Futuro nos gustan las conversaciones humanas, esas que algunos llamarían “al desnudo”.
La semana pasada aterrizamos en Cali, la sucursal del Cielo, para tener justamente eso: conversaciones reales, profundas y sin filtros, en medio de una agenda intensa con el ecosistema valluno.
El protagonista fue Francisco Muñoz Ramírez, hoy presidente de Colgate-Palmolive Colombia, quien se sentó con más de 25 líderes y fundadores de +15 startups de distintas ciudades del país.
¿El objetivo? Conversar desde lo íntimo, lo personal, lo espiritual y, por qué no, también desde lo banal. ¿Qué es un líder? ¿Qué diferencia a uno bueno? ¿Cómo se lidera en medio del caos? ¿Es posible un liderazgo verdaderamente transformador?
Primera impresión: un líder, de los de verdad, conserva la humildad.
Francisco la tiene. Es empático, cercano, capaz de bajar la conversación a lo cotidiano sin perder profundidad. Desde el minuto cero se sintió como uno más.
No habló desde un podio, habló desde la experiencia. Compartió su historia: nuevos idiomas, cambios bruscos, resistencia, reinvención. Una vida marcada por desafíos… y por el trabajo. Su éxito no es suerte: es propósito, disciplina y una vocación clara por el servicio.
Segunda impresión: un líder, de los de verdad, genera comunidad.
Una de las preguntas clave giró en torno al rol del sector empresarial en la construcción de nuevas narrativas territoriales.
Su mensaje fue directo: las empresas emergentes deben aprender a trabajar en equipo para crear valor público. No basta con crecer; hay que crecer con conciencia. La sociedad necesita líderes activos, sensatos, colaborativos.
Sí, colaborar no es sencillo. Compartir logros… y errores, tampoco. Pero ahí empieza la verdadera transformación.
Cuando las empresas se ven como parte de un ecosistema y no como islas, dejan de competir solo por mercado y comienzan a coopetir por propósito.
Francisco nos recordó que crear comunidad es más que hacer redes: es escuchar al territorio, sumar capacidades y poner la innovación al servicio de la gente.
Tercera impresión (y aprendizaje): un líder, de los de verdad, se preocupa por la gente.
Durante su paso por Tailandia, Francisco se enfrentó a uno de los aprendizajes más fuertes de su carrera: el concepto de “face” o la reputación y la dignidad pública.
Un buen líder no solo lo respeta, lo honra. Inspira. Cree en su gente.
Porque al final, los proyectos no se sacan adelante con organigramas ni con KPIs. Se sacan con personas. Con equipos. Con confianza.
La gente. Primero, la gente.
Estoy convencido de que, como Francisco, hay muchos líderes allá afuera: humanizados, cercanos y decididos.
Que entienden que no lideran cajas negras ni cargos vacíos. Lideran personas.
Y eso, en tiempos como estos, lo cambia todo.

